miércoles, 2 de noviembre de 2011

VINO CON DURAZNO

SOUNDTRACK: I wanna be your dog

La noche se ha tomado el valle dando paso a la danza interminable de las luciérnagas que iluminan el pasto azul donde reposaban dormidos meses atrás nuestros cuerpos cansados; los grillos armonizan con su canto el lugar; el río, al fondo, hace coros guturales, y una que otra ave nocturna se une a la tonada con agudos silbidos de victoria sobre el día. El viento libre y arrogante me envuelve con su furia, me acaricia los pulmones, aviva el fuego que yace moribundo en mis entrañas; las ramas de los árboles se mecen de un lado a otro añorando tiempos de antaño, cuando subíamos a ellas para tocar el cielo estrellado. Y en lo más alto está la luna: mágica y enferma; como nosotros, no ha podido olvidar, por más que luchase, nuestros ritos nocturnos de amor, magia y lujuria.
Han sido largos meses en donde la ansiedad acumulada por tu ausencia no dejó descansar mi cuerpo seco y agotado como flor en otoño, en donde tus poemas acribillaron mi alma dejando miles de agujeros negros y mohosos, en donde tus recuerdos creaban en mí añoranzas utópicas de un regreso temprano; ha llegado el momento, estoy aquí como lo prometí: todo dispuesto para que comience la función.
Como relámpagos destellando en el cielo miles de recuerdos invaden mi mente rememorando momentos ahora ausentes, momentos que podrían volver a ser o que simplemente se consumirán como guardianes imaginarios de mi atormentada vida, de mi certera muerte.
La luna estaba en lo alto como hoy, era luna llena recuerdo, nuestros cuerpos desnudos brillaban cual astros en el cielo oscuro, la soledad hacia el amor con nuestro silencio, silencio otorgado a los acontecimientos de los últimos días; sabíamos que había llegado el tiempo de mi exilio voluntario, lo habíamos acordado meses atrás cuando me advertías de tu necesidad por caminar rumbo al infierno, por vivir en carne propia todo lo que divisabas tras las rejas de tu oxidada jaula de temores y sueños rotos.
Con tu lengua tibia tocaste mi corazón herido para que no se marchitara, tus ojos se clavaron en los míos como dos estacas reteniendo el instante y de tu boca salieron flores de fuego para adornar el cementerio que quedaría en medio de mi alma después de tu partida. Esa fue la última vez que te vi, entre caricias y besos, sin ninguna palabra dijimos adiós.
Intenté descifrar tus callados pasos y la afonía de tu camino, ninguna noticia, ningún pájaro llamado azul trajo razón de ti.
Como todos los viernes, traigo en mis manos vino con durazno, y ese menesteroso libro de poemas que dejaste para que me estrangularan mientras tu volvías, aquellas palabras que me recordaban la existencia del calor en los días de invierno, que me hacían el amor en las noches de amargura. De repente ese aroma que viene a mí arrastrado por el viento, llenándome los pulmones de luz y el corazón de vida; volteo lentamente y observo como arrastras tu liviana y acabada osamenta hacía a mí, la luna se estremece, mi piel se enciende, vienes cojeando y apretándote el costado como un extasiado poeta.

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